domingo, 18 de noviembre de 2007

"¡¡ MAMÁ NOS ESTÁN MATANDO, MAMA NOS ESTÁN AHORCANDO, MAMÁ NOS ESTÁN METIENDO EL CUCHILLO" !!


...Estas son las escalofriantes palabras de Rufina Amaya Márquez que falleció el seis de marzo del presente año. ¿Pero quien es Rufina Amaya Márquez?
Nos tenemos que trasladar a una pequeña nación centroamericana que según una escritora chilena la bautizó como el pulgarcito de América.
Durante los años de contienda civil, El Salvador, libraba en 1980 hasta 1992 una cruenta y salvaje guerra intestina. El gobierno y sus militares apoyado por los EE.U.U. y la guerrilla, por las capas mas pobres del país, compuesta en su mayoría por campesinos.
El día 11 y 13 de diciembre del fatídico 1991 se desencadenó la barbarie, se fundió la noche y el sol se ocultó en el terror de un grupo de militares bajo el mando del teniente coronel Domingo Monterrosa. Se apoderaron de un caserío llamado El Mozote en los montes de Morazán, una de las zonas mas castigadas por la pobreza y que aún en la actualidad lo sigue siendo.
Lloros, gritos, desesperación...incongruencia humana, la razón sin razón, asesinaron, violaron, quemaron, fusilaron con toda barbarie a unos mil campesinos. Una gran mayoría niños menores de edad. Que llamaban ante el terror a su madre,implorando..."¡Mama nos están matando, mama nos están ahorcando, mama nos están metiendo el cuchillo!"
Me contaron incluso que los soldados se divertían lanzando los bebes al aire mientras otro le reventaba la cabeza de un certero disparo.
Rufina Amaya Márquez era un símbolo, el único testigo que sobrevivió a tanta crueldad, perdiendo a su marido y a sus cuatro hijos.
Aquel día que Dios se ocultó tras los montes de Morazán para dejar paso al diablo y centenares de niños lloraban aterrorizados, aun se siente el viento que sopla a muerte....y el eco de voces infantiles bajo el estruendo de las botas de los militares.
¿Como terminó el Teniente Monterrosa?, Un guerrillero del F.M.L.N. puso una bomba en su helicóptero que estalló en mil pedazos que quedaron esparcidos por el campo.
Eran tropas del gobierno, pelotones de élite, preparadas para matar mujeres, ancianos y niños. Muchos responsables de tan canallesca acción andan sueltos.
Rufina Amaya Márquez dejó testimonio de tal atrocidad, una mujer que no pudo despedirse de sus hijos, ni de los otros hijos, en manos de unos asesinos, cruelmente arrebatados y atormentados. La historia de El Salvador está escrita con sangre de campesinos.

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