viernes, 20 de junio de 2008

LO QUE CUESTA A VECES

Lo que cuesta a veces



Hoy me pongo mi traje gris
Es como si fuera otro
Que no soy este
Pero disfrazado estoy y voy
Para que me vean y mas vean
Que no soy este, que soy otro
Con unos negros zapatos bien prietos
Y pesados
Pero es que voy disfrazado
Parezco mas alto y serio
Una mano en el bolsillo
Quedando bien de pose
Con mi traje de cosido
Es como si fuera otro
Que no soy este
¿quién soy de verdad?
quizás un traje y un par de zapatos
quizás, ni siquiera esto

sábado, 7 de junio de 2008

EL SEPTIMO DE CABALLERIA Y EL SARGENTO BUSH



...En aquella época en que los americanos estaban locos, nos asombraban con su forma de vida, que nos llegaba desde el otro extremo del globo. Inventos revolucionarios atravesaban los mares cubriendo la vieja Europa, de canciones de glamour con aires de libertad.
Eran los tiempos de los innumerables viajes que en mi infancia y adolescencia hacíamos a Andorra a comprarnos algún mechero de gas Ronson o adquirir en una pequeña tienda, que hacia su agosto, para comprar los famosos vaqueros Lewis, esto sí, con etiqueta -roja-. Era lo que molaba, teníamos que seguir la moda Americana, con todos sus defectos y virtudes. Son los tiempos de la gran América. Los tiempos del séptimo de caballería.

Se iniciaba, por aquí, la época del guateque que eran los bailes adolescentes en piso o garajes, con un tocadiscos a pilas y todo ello envuelto con matices políticos de la era del franquismo. Las mujeres víctimas principales de la política del momento que no podían tener unos ahorros en una entidad bancaria, ni pasaporte y tantas negaciones que les impuso el machismo político y social de la posguerra. Esto sí, en los Estados Unidos, reinaba la democracia de las libertades sociales e individuales y del capitalismo mas duro.
A pesar de todo, nuestros sueños infantiles estaban de lado del séptimo de caballería, eran los soldados valientes, esforzados, garantia de la justicia, o esto es lo que pensábamos, en una España grisácea con olor de tortilla de patatas y gallos en los vagones de Renfe.

Yo, volvía a la autentica realidad, después del guateque a escondidas, tenía que ir a la lechería a comprar leche con lecheras metálicas o aceite a granel o comprar colonia por onzas o bien comprar hielo para nuestras neveras, quien las tuviera o en mi caso, un barreño donde poner la gaseosa y la pieza de hielo que había adquirido en la bodega y que dejaba por las calles un reguero de agua. O la barra de pan que se pesaba y te añadían la parte que te faltaba para no devolverte el cambio.
Era la época de los americanos, del gran sueño americano, de las películas del -Gran Oeste-, donde aplaudíamos cuando el séptimo de caballería se cargaba los malos y aplaudíamos a rabiar porque los indios como hoy: El pueblo de Irak, eran los malos y debían morir, simplemente porque eran los malos y los americanos, mas guapos, mas valientes, eran los buenos.
Era la época de los cines donde se podía fumar un -celtas- sin que nadie te reprochara, o las madres que llevaban a sus bebes para que llorara en el instante que los malos de la película no podían escapar de la justicia americana.

Nosotros teníamos nuestros inventos del TBO, en sus páginas centrales. Disponíamos de nuestra primera radio de galena, ecológica, que no llevaba pilas, ni necesidad de corriente, con una simple cogida de la malla del colchón podíamos escuchar los partidos de fútbol. Teníamos nuestros héroes gráficos que bien quisieran los americanos que nos inundaban con Supermán y nosotros sacamos las réplicas de Carpanta, los hermanos Zipi-Zape, Azañas Bélicas, Roberto y ...

Después del cine del domingo que celebramos con traje y corbata y zapatos con brillo Kanfort, volvíamos a la realidad del fatídico lunes y con la terrible asignatura del Espíritu Nacional, que no entendía lo de Gibraltar ni las azañas bélicas de Franco, pero bueno, realizando un curso veraniego de quince días en un campamento en las tierras de Soria o de una Universidad Laboral, bajo la insignia de la O.J.E, te aprobaban la mencionada asignatura y a la vez te enseñaban a orientarte si te perdías en un bosque a través de la corteza del los árboles.
Pero también teníamos nuestros sueños infantiles, con la destreza y valentía del oficial de caballería de los Estados Unidos, mientras nuestras madres escuchaban los consejos de la pérfida Elena Francis.

Pero el séptimo de caballería sigue haciendo sonar sus trompetas al mando del oficial de caballería: Sargento Bush, invadiendo Irak, cercando Cuba...y tantas otras cosas, expandiendo una recesión galopante por todo el mundo. Repartiendo bombas por todo el planeta, mientras el tercer mundo sigue agonizando...los niños van muriendo, la gente mutilada y madres que ven que sus hijos los mata la guerra, los mata el séptimo de caballería y su sargento Bush.

Era la España de los serenos que velaba el sueño de los españoles; del tranvía cuyo billete nuestros padres guardaban en la comisura de los labios o en el anillo de bodas. Era la España de los organillos, o del andaluz que arrastraba su burro repleto de cántaros, la España de las escupideras depositadas en las entradas de las porterías o centros públicos, para los tuberculosos o por, simplemente, ganas de escupir. Era la época de los municipales que llevaban el-salacof- y que por navidades los peloteros les llenaban de botellas de cava o vino y de algún jamón, para que hiciera la vista gorda en otra ocasión menesterosa y nos librara de la multa por una infracción de tráfico. Era la época del -Nodo-, que todo el mundo aprovechaba para salir al exterior a oxigenarse. Era la época de la -Sección Femenina- donde nuestras madres se medio- formaron en la castidad y las buenas costumbres encorsetadas por el régimen de Franco, donde los besos públicos eran reprimidos.
Pero...el domingo, con nuestro traje y nuestros zapatos relucientes nos íbamos al cine a ver el séptimo de caballería y ver como los malos morían. Igual que hoy, siguen siendo los americanos los buenos y los que mueren de hambre...los malos.
La diferencia, ahora, es que hace tiempo dejamos de ser niños y hace tiempo dejamos de creer en el séptimo de caballería.