lunes, 30 de noviembre de 2009

RELIGIOSOS PEDERASTAS




RELIGIOSOS PEDERASTAS


Tu padre, amigo Jordi, estuvo internado en diversos colegios religiosos. Así lo dictaminó un juez de pocas luces al separarme de mis padres. Este juez sentenció que el hijo mayor viviera con el padre y el menor, que era yo, viviera con la madre. Mas tarde, en época escolar, bajo la custodia siempre del Tribunal de Menores, decidieron poner a mi hermano y a mí, en un colegio en régimen de internado. Así fue como recorrí por capricho del juez, los colegios de los escolapios de la Ciudad Condal, los escolapios de Morella (Castellón de la Plana) y de los escolapios de Puigcerdà, se continuó con la Salle de Tarragona, Salle de Berga y la Salle de la Seu de Urgell. Un peregrinaje escolar de internado a internado.

Si dejamos a un lado la cuestión familiar, difícil es, pues el amor de un padre y una madre para un hijo es insustituible y algunos jueces, siguen siendo tan miopes e indecentes, que les importa un pepino el bienestar de los hijos. Esto si, ¡para esto son jueces! Pero el tema central es el de los internamientos que hay opiniones para todos los gustos y colores, como sucede con el servicio militar, quien lo halla hecho. Unos lo pasaron mal o muy mal y otros lo aceptan de agrado o mejor, se adaptaron a las circunstancias del momento y se lo pasaron bien. Yo, personalmente, lo pasé bien, siendo de los que en mis diez años de internamiento reconoce la entrega de muchos religiosos vocacionales, íntegros, amigos entrañables, justos, valorados y de valía. Los elementos negativos en ningún modo pueden empañar o enturbiar la buena docencia de estos religiosos.

Sin embargo, como sucede en todas las actividades de la sociedad, existe un abanico de maltratos y uno de ellos al que me referiero es el de los abusos sexuales a los niños, por parte de los religiosos en los que fui internado. Sin ahondar en el tema, pienso que existe la misma proporción que en otras actividades sociales, incluso diría que menos. Pero existe mas griterío cuando se habla de religiosos pederastas; los hay en todas partes. En los religiosos, es más fácil poner el índice acusador en la llaga. Olvidando el lado positivo y mayoritario de los religiosos que se dedican a la enseñanza con vocación y entrega y que no son pederastas. Pero no por ello hay que dejar de denunciar, por el bien del colectivo y de la misma sociedad estos casos de abusos sexuales a los niños.

En mis diez largos años sólo encontré dos casos. El primero en la Salle de Berga, El hermano Alberto, aficionado a la fotografía, y que solía abusar de un menor mientras hacíamos la siesta después de la comidas. No tendría mas de once años. El temor y el miedo-respeto, quedaba ocultado por un silencio absoluto. Nadie decía nada. Pero todos lo sabíamos. El miedo y la vergüenza nos acongojaba.
http://cartasamihijojordi.blogspot.com/2007/11/el-sexo-de-los-curas.html

El otro caso, me repercutió mas directamente. Era en la Salle de Tarragona. Recuerdo como se llamaba el religioso, Hermano Gervasio, pero era mas conocido por el mote de: “Cap de Pera” (cabeza de pera) y era el director del centro donde estuvo regentando durante largos años. Su inclinación a pasearse por los dormitorios no tenía desperdicio, ni nada que ver con la vigilancia o protección de los internos. Eran dormitorios de mas de cincuenta alumnos. Solía visitar los aseos y pobre del niño que se cruzara con él...

Una mañana de septiembre con motivo de examinarme de un par de asignaturas que me quedaron pendientes de cuarto bachillerato; me crucé con el director. Muy amable y acogedor, me invitó a su despacho. Una vez allí, empezó hablar de mi familia. Que había cosas que deben explicar los padres pero que en mi caso, no podían explicarme por diversas razones y que él estaba en la obligación de ayudarme. Empezó a hablarme de las mujeres, - si las había observado en la playa y lo que yo pensaba de ellas.- No supe que responder. Allí, permanecía sentado frente a él, solo su mesa de despacho nos separaba. En un instante se inclino hacia un lado y me pidió que me acercara... Lo hice. Me puse a su lado, a continuación me pidió que me bajara los pantalones. Me sonrojé. Volvió a hablar de su obligación en explicarme cosas de la vida. Volvió a reiterar que me bajara los pantalones con aparente tranquilidad y cierta firmeza. No sabía dónde esconderme. Me encontraba frente una autoridad, nada mas ni menos que con el mismísimo director del colegio. Moví la cabeza de izquierda a derecha y volví a repetir un NO por segunda vez, instante que me separé de él. Un rubor me cubrió el rostro de vergüenza. Se incorporó y se puso algo menos amigable. Tardó unos segundos y me dijo, frente a mi negativa, que podría tener malas consecuencias. No entendí nada de lo que se me dijo en aquel momento, pero comprendí, al poco tiempo.

Por aquella negación repetí cuarto y quinto bachillerato. Todo quedo oculto en silencio, Pero todo quedó grabado en mi mente. A pesar de que hubo varios casos semejantes con el mismo director y todos los alumnos lo sabían. Se guardó la ley del silencio, hasta hoy.

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