lunes, 25 de enero de 2010

DIOS ES CHINO


DIOS ES CHINO


Querido hijo y amigo Jordi, si el otro dijiste que estabas cansado de rezar a Dios, porque es incapaz de escuchar tus plegarias. Te comprendo. A mi me pasa algo semejante. En este calvario de la soledad en la que no me queda mucho tiempo para el descanso.
Te diré: Por la mañana me despierto a las siete, me lavo, hago la cama y me hago un ligero desayuno. Un vaso de leche y un sobrante de pan del día anterior. me voy a mi trabajo. Al medio día, un plato único. Con media hora tengo suficiente y retorno al trabajo. Suelo estar hasta las ocho como mínimo. Llego a casa y me hago un ligero, de lo que encuentre en la nevera.
Luego, lavo los platos, pongo una lavadora, recojo la ropa tendida. Pongo la mesa de planchar, caliento la plancha, pongo agua sin cal, plancho. Lo peor que se me da son los pantalones. Me salen las rayas torcidas y las camisas no te digo, pero los pantalones es lo peor. He cogido el truco de planchar las perneras por la costura. No está mal. Quizás, mañana me ponga los tejanos que pasan mas desapercibidos. Me refiero a lo de la raya. Recojo la ropa y la pongo en los lugares que corresponden; recojo la ropa de la lavadora, la cuelgo en el tendero, paso el mocho por la cocina, ya que al sacar la ropa de la lavadora he manchado el suelo.
Aprovecho para sacar el brillo a los suelos de las habitaciones con un palo al que le sujeto unas toallitas húmedas compradas al chino de la esquina. No me gusta. Quedan manchas. Me siento enredado como un chino. Observo que la mesa de la habitación está llena de polvo y debajo de la cama de la habitación de mi hijo, hay una tenue capa de polvo. No entiendo como entra el polvo. Debe ser Dios que me lo envía para hacerme sufrir.
No se como empezar. Mañana iré al chino para que me de algo para sacar el polvo. Tengo que comprar aquello que sirve para la cal y se pone a la lavadora, no sea que se estropee como dice el slogan publicitario de la tele; pero de los tres recipientes, no se con certeza a donde va.
Antes de acostarme iré al congelador y sacaré algo para mañana. Veremos que hay. También debería comprar algo para quitar la dureza de la ropa que me sale acartonada y luego rasca. Es como las toallas de baño, rascan y rascan que es una delicia, es como un masaje tailandés pero a lo “tokondo raspa”.
Observo que detrás de la tele y por debajo también hay polvo, bueno, ya lo limpiaré otro día, pero antes volveré al baño a sacarle brillo a los grifos. Hoy todo se hace con líquidos anti-cal. Anti-cal para todo. Vaya negocio. Claro que vi un anuncio que con un solo liquido, servia para todo.
El chino me ha vuelto a enredar otra vez, el anti-cal que me venden no quita la cal. Me ha costado un €uro. También me dieron un litro de champú por un €uro, y otro litro de jabón corporal con aromas de aceite virgen de oliva, también por un €uro. Todo sea que me quede la piel a trizas y me quede calvo.
Recuerdo que debo cambiar las sábanas, pero no se donde están las limpias. Vaya problema. Abriré todos los armarios. Bueno, me voy al comedor a recoger la tabla de planchar y ponerla en su rincón correspondiente. Mañana si hace buen tiempo recogeré las alfombras de las habitaciones las tenderé en las terraza para que se extingan los ácaros. Me libro de regar las plantas porque está lloviendo. Voy a poner tele. Cambio de idea y me voy a la cama a leer mis novelas iniciadas.
Se me olvidaba, antes de irme a dormir volveré a la cocina. El suelo sigue húmedo. Supongo que no pasará nada por unas pisaditas. Saco garbanzos y lentejas. La última vez les puse poca agua y se la bebieron toda. Esta vez les pondré el doble. Debo tener cuidado y recordar como me comentó la vecina de ponerlas a cocer cuando el agua está hirviendo, así se ablandecen Ya estoy tranquilo.
Miro el suelo. Por todas partes hay mis pisaditas. Le vuelvo a pasar el mocho de toallitas chinas. Estos chinos tienen de todo. Quizás tengan pantalones con raya indeformables. Mañana lo preguntó. También he comprado, por setenta céntimos unos marquitos para fotografías. He puesto la foto de mi hijo. La he tenido que recortar, porque la foto era mas grande que el marquito o el marquito era mas pequeño que la foto. Pero por setenta céntimos que podemos pedir. En otro marco, éste ya algo mas grande, he puesto a mi esposa junto a un retrato mío. Me ha quedado algo torcido. Me doy cuenta que no tiene cristal, es una lámina de plástico. Hay que ver. Pero eso sí, da el pegote. Le cuesta mantenerse en pié. Estoy contento. Parece que mi esposa y mi hijo están mas cerca de mí. Antes de ponerme a la cama paso por el baño. Es una costumbre. Me ducho dos veces al día. Me pongo los jabones del chino. Compruebo con cierta alegría que la piel no se me ha caído y el cabello aún lo tengo. No hace mucha espuma. Que le vamos a hacer. Yo creo querido Jordi, que Dios es chino. Lo tiene todo y te sacan de todos los apuros, creo que sí, seguro, te lo dice tu padre que mucho te quiere. ¡Ah, se me olvidaba, que mamá no te compre jabón chino!

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