jueves, 18 de marzo de 2010

...SOY TU MEJOR AMIGA.


...SOY TU MEJOR AMIGA


LA ALCAHUETA Y CELESTINA

La alcahueta y Celestina son términos semejantes cuando definimos a una persona que le gusta escarbar en el sentimiento ajeno. Es la protagonista de la vida de los demás. Lo sabe todo. Aconseja de todo. Se hace pasar por una buena amiga y es todo lo contrario. Sus consejos son destructores, rompe matrimonios; celosa, embustera, vive y se aprovecha de la escoria humana y de las debilidades humanas.

No siempre es una mujer. Los hay alcahuetes, que sólo saben hinchar los problemas de los demás ocultando los suyos propios. Pero, en realidad, es la mujer que mejor está definida y se adapta como un traje perfectamente a su medida par ser una celestina.

Las hay de todos los estamentos y niveles culturales. Está situada en todas las actividades y es una buena psicóloga para mentes débiles que se abren explicando sus penas y pormenores, su vida intima, sus desasosiegos, sus fracasos, sus miedos. Y aquí entra la alcahueta, una consejera que no vive y no deja vivir, aprovechándose de las flaquezas de la amiga.

Tengo amigos que inesperadamente han visto sus matrimonios truncados sin saber de qué y el por qué en base de una explicación coherente. Casados con una mujer sin personalidad, aunque en apariencia pueda demostrar lo contrario. Mujer que siempre exponía sus menudencias que la vida tiene para que la alcahueta, disfrazada de amiga, sin oposición de resistencia le pusiera en alerta perpetua de cosas que le iban a suceder o los consabidos consejos de... ya lo sabia... ya te lo dije... ves con cuidado...

La alcahueta tiene lengua venenosa, bífida y se hace pasar por la mejor amiga y defensora de no sé cuantas mentiras... No tiene escrúpulos para romper matrimonios, una relación, un trabajo...

Yo pienso que la alcahueta o celestina cumple con un trabajo muy importante en la vida social. Es un complemento para mentes, ya desequilibradas.

No se trata de un elemento totalmente negativo y hay que reconocer que las alcahuetas son descubridoras de mujeres insatisfechas, mujeres siempre quejosas de su vida individual y familiar. Mujeres que carecen de madurez suficiente para hablar con el marido y caen rendidas en brazos de su amiga. Pero, no por esto hay que confundir la responsabilidad que debe ser bien compartida por la parte contrario.

Cuando una mujer cae en manos de una amiga alcahueta es porque así lo quiere y lo desea. Nadie la obliga a tenerla y menos de contar con las particularidades y conflictos del día a día. La alcahueta no hace nada mas que confirmar los chismorreos que le cuenta la esposa incomprendida y solo con darle la razón le anula la personalidad. Hace de encubridora, chismosa, consejera y todo bajo una fina capa de. cuéntame que soy tu amiga.

La alcahueta hace mucho daño. Son amigas que destruyen, que en el fondo solo tienen un espacio para la amargura, para el rencor, y saben como tratar con exquisita sutileza y abrir las páginas del corazón de cualquier mujer que se acerque a ella.

La literatura universal nos da excelentes muestras del protagonismo y destrucción de las alcahuetas, pero poco sabemos de la otra parte que es más perniciosa. Pues si la primera se hace pasar por amiga intima, la segunda carece de los mínimos resorte de equilibrio y madurez, por lo cual la entente está servida. Cada cual tiene lo que se merece.

Mi querido Jordi, papá tuvo una alcahueta en su anterior vida matrimonial, La tuve como amiga, o pensando que era amiga; cuando lo cierto, era solo amiga de mi primera mujer. Era la masajista de ella, de la mujer. ( A veces me cuesta decir, mi primera mujer.) Ella, la primera, le contaba todos los chismorreos que había y por haber, la otra, la alcahueta, la lisonjeaba como en el cuento del zorro y el cuervo que tenía un trozo de queso. El zorro le daba alabanzas que se las creyó el cuervo, cayéndole el queso que el zorro se apoderó. Lo mismo sucede en esta simbiosis entre la alcahueta y su amiga. No hace falta decirte, mi querido Jordi, que la alcahueta me dejaba hecho un trapo sucio, porqué así lo deseaba oír, mi...

Pero no perdamos las responsabilidades. A nadie se obliga a contar los chismorreos y pienso que la culpable no es precisamente de la alcahueta. Es, la mujer.

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