El MUNDO DE LAS IDEAS
Vivimos en una sociedad de falta de valores y de confusionismo. Todo es aceptable, todo es posible; ya no cuentan los valores que engrandece al ser humano. La sociedad está, esterilizada mentalmente por los gobiernos y los grandes poderes económicos que dirigen el mundo.
Se vive o se sobrevive con falsas ilusiones de futuro. Se potencia los egoísmos individuales y colectivos. Se nos vende un mundo perfecto en el que todo es posible y alcanzable. Y que por consiguiente todo el mundo tiene derecho a ello. Sin embargo, solo los que carecen de escrúpulos lo consiguen.
La falta de conciencia en el mundo material llega al mundo de las ideas, al mundo de los conceptos, al mundo de las libertades minoritarias.
Falsas propagandas, nos venden este futuro que jamás alcanzaremos la mayoría de los seres humanos. Los fuertes impactos del marketing nos venden un mundo perfecto, un hombre perfecto, una mujer perfecta. “Consuma esto y será feliz. Cambie a otro auto y será envidiado. Compre esta casa para su familia porque se merecen lo mejor. Deles un capricho, adquiriendo este televisor de plasma. No sea el último en adquirir un móvil de quinta generación. Póngase al día con un ordenador marca... Compre esta alhaja para demostrar su amor a su mujer... Sea un buen padre comprando a sus hijos una motocicleta.
En fin, el hombre va adquiriendo toda una serie de cachivaches inútiles a cambio de destrozarse los nervios y una vida alocada de trabajo. Se le bombardea continuamente con espejismos y se le manipula según los intereses del mercado.
A las mujeres se les ofrece un canon de belleza inalcanzable y lleno de torturas... Se las hace ver que solo existen unas medidas perfectas, un busto perfecto, un cutis de bebé.
No nos damos cuenta, que tener un auto más potente, no nos cubre de felicidad, Que disponer de una casa más grande, no es el paraíso; ni por un velero, ni por tener tres televisores de plasma, ni por unos zapatos italianos, ni disponer de diez cuentas corrientes.
También en el mundo de las ideas y de los conceptos se nos hace aceptar una inmoralidad vestida de racionalidad. Se deben aceptar falsos raciocinios para no caer en conceptos arcaicos del pensamiento. Su estructura está basada en la defensa de los más débiles y grupos minoritarios. Algo que muy bien saben los políticos de rentabilizar.
No se entra en un mundo perfecto, ofreciendo una falsa intelectualidad de grandeza de miras, aceptando una moral de apariencia progresista, cuando es lo contrario. Uno no debe aceptar el matrimonio de lesbianas o de homosexuales, incluyendo su derecho a tener hijos adoptivos. que si bien merecen todos los respetos, no hay que caer en la pantomima de un falso modernismo extremista. No se debe confundir el derecho con el respeto.
Las libertades, si bien es un bien a proteger; los extremos, pueden llegar a un sentido kafkaiano y esperpéntico, en una sociedad que confunde la libertad con la implantación de derechos contra natura.
Dos visionarios han descrito con mucha realidad, el presente y futuro de la humanidad.
Julio Verne, nos describe lo que el hombre es capaz de realizar. Sus propios sueños se convierten en realidad. No hay meta que no pueda conquistar el hombre. Es un futuro de ilusión que el hombre ha convertido en realidad y que a todos nos une.
El escritor Aldous Huxley vaticina un mundo perfecto. Un mundo sin libertad. Un mundo de esclavos. Un mundo programado por la ciencia y el poder.
Entre ambos mundos es preferible el de Julio Verne. De un modo u otro nos lleva a la infancia, a la ilusión, a la superación.
El árbol de la ciencia, con el estudio de los genomas y otros adelantos científicos, nos ofrece a la carta, las características de nuestro futuro bebé. Todo es cuestión de dinero. Como si se tratara de una mercancía. Es el mundo de Aldous Huxley. La perfección sin libertad, la dictadura del pensamiento.
El hombre tiene la necesidad urgente de recuperar los valores morales y éticos. Sin ellos, el progreso se convierte en una dictadura del pensamiento y la abolición de todas las libertades y entraríamos al lúgubre mundo de Aldous Huxley.
Vivimos en una sociedad de falta de valores y de confusionismo. Todo es aceptable, todo es posible; ya no cuentan los valores que engrandece al ser humano. La sociedad está, esterilizada mentalmente por los gobiernos y los grandes poderes económicos que dirigen el mundo.
Se vive o se sobrevive con falsas ilusiones de futuro. Se potencia los egoísmos individuales y colectivos. Se nos vende un mundo perfecto en el que todo es posible y alcanzable. Y que por consiguiente todo el mundo tiene derecho a ello. Sin embargo, solo los que carecen de escrúpulos lo consiguen.
La falta de conciencia en el mundo material llega al mundo de las ideas, al mundo de los conceptos, al mundo de las libertades minoritarias.
Falsas propagandas, nos venden este futuro que jamás alcanzaremos la mayoría de los seres humanos. Los fuertes impactos del marketing nos venden un mundo perfecto, un hombre perfecto, una mujer perfecta. “Consuma esto y será feliz. Cambie a otro auto y será envidiado. Compre esta casa para su familia porque se merecen lo mejor. Deles un capricho, adquiriendo este televisor de plasma. No sea el último en adquirir un móvil de quinta generación. Póngase al día con un ordenador marca... Compre esta alhaja para demostrar su amor a su mujer... Sea un buen padre comprando a sus hijos una motocicleta.
En fin, el hombre va adquiriendo toda una serie de cachivaches inútiles a cambio de destrozarse los nervios y una vida alocada de trabajo. Se le bombardea continuamente con espejismos y se le manipula según los intereses del mercado.
A las mujeres se les ofrece un canon de belleza inalcanzable y lleno de torturas... Se las hace ver que solo existen unas medidas perfectas, un busto perfecto, un cutis de bebé.
No nos damos cuenta, que tener un auto más potente, no nos cubre de felicidad, Que disponer de una casa más grande, no es el paraíso; ni por un velero, ni por tener tres televisores de plasma, ni por unos zapatos italianos, ni disponer de diez cuentas corrientes.
También en el mundo de las ideas y de los conceptos se nos hace aceptar una inmoralidad vestida de racionalidad. Se deben aceptar falsos raciocinios para no caer en conceptos arcaicos del pensamiento. Su estructura está basada en la defensa de los más débiles y grupos minoritarios. Algo que muy bien saben los políticos de rentabilizar.
No se entra en un mundo perfecto, ofreciendo una falsa intelectualidad de grandeza de miras, aceptando una moral de apariencia progresista, cuando es lo contrario. Uno no debe aceptar el matrimonio de lesbianas o de homosexuales, incluyendo su derecho a tener hijos adoptivos. que si bien merecen todos los respetos, no hay que caer en la pantomima de un falso modernismo extremista. No se debe confundir el derecho con el respeto.
Las libertades, si bien es un bien a proteger; los extremos, pueden llegar a un sentido kafkaiano y esperpéntico, en una sociedad que confunde la libertad con la implantación de derechos contra natura.
Dos visionarios han descrito con mucha realidad, el presente y futuro de la humanidad.
Julio Verne, nos describe lo que el hombre es capaz de realizar. Sus propios sueños se convierten en realidad. No hay meta que no pueda conquistar el hombre. Es un futuro de ilusión que el hombre ha convertido en realidad y que a todos nos une.
El escritor Aldous Huxley vaticina un mundo perfecto. Un mundo sin libertad. Un mundo de esclavos. Un mundo programado por la ciencia y el poder.
Entre ambos mundos es preferible el de Julio Verne. De un modo u otro nos lleva a la infancia, a la ilusión, a la superación.
El árbol de la ciencia, con el estudio de los genomas y otros adelantos científicos, nos ofrece a la carta, las características de nuestro futuro bebé. Todo es cuestión de dinero. Como si se tratara de una mercancía. Es el mundo de Aldous Huxley. La perfección sin libertad, la dictadura del pensamiento.
El hombre tiene la necesidad urgente de recuperar los valores morales y éticos. Sin ellos, el progreso se convierte en una dictadura del pensamiento y la abolición de todas las libertades y entraríamos al lúgubre mundo de Aldous Huxley.
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